jueves, 10 de septiembre de 2015

Francisco propone una medicina alternativa inocua e ineficaz

¿Divorcio express católico y a la carta?
Fray Pacífico de la Virgen


Se habla por todos lados de esto... Se dice que es sólo un simple aceleramiento del trámite… En realidad hay un nuevo/viejo proceso de nulidad matrimonial en curso destinado inevitablemente a fracasar.


[Especial para Sagrada Tradición] A las causas de nulidad matrimonial de siempre, Papa Francisco agregó nuevos motivos (a título puramente ejemplar y no limitativo, pues la lista termina con un sugestivo “etc”) para que el proceso canónico de nulidad en la Iglesia Católica se sustancie con arreglo a un nuevo procedimiento simplificado.

Enumeremos la lista completa de esos motivos:

1. Falta de fe que puede generar la simulación del consenso o el error que determina la voluntad;

2. la brevedad de la convivencia matrimonial;

3. el aborto procurado para impedir la procreación;

4. la obstinada permanencia en una relación extraconyugal al momento de la boda o en un tiempo inmediatamente sucesivo;

5. el ocultamiento doloso de la esterilidad o de una enfermedad grave contagiosa o de hijos nacidos de una relación precedente o de un encarcelamiento;

6. la causa del matrimonio totalmente extraña a la vida matrimonial o consistente en el embarazo imprevisto de la mujer;

7. la violencia física utilizada para lograr el consentimiento;

8. la falta de uso de razón comprobada por documentos médicos;

9. etc (sic).

Esta reforma, propiciada por Papa Francisco mediante dos “Motu Proprio”, debilita notablemente la efectiva exigencia moral de la Iglesia y la defensa canónica de la indisolubilidad del matrimonio. Dicen que para su confección fueron consultados expertos, pero... ¿quiénes son esos expertos? ¿Alguien conoce sus nombres? ¿Acaso lo habrán asesorado algunos de sus amigos canonistas argentinos, varios de ellos de dudosa virilidad? 

Según fuentes confiables, hace ya unos meses que estos documentos estaban confeccionados y sólo esperaban el momento “oportuno” para su publicación. Se trata, sin dudas, de una reforma gravísima, pues convierte definitivamente la “nulidad” en un hipócrita sucedáneo del divorcio civil, a disposición de cualquiera. 

Todo parece indicar que con esta jugada el Papa se ha adelantado maquiavélicamente al Sínodo: el que pega primero pega mejor, dice el refranero. Con estos documentos impone una orientación al Sínodo de los Obispos, al mismo tiempo que se cumple también lo que muchos sospechaban iba a suceder. 


Un demoledor pragmatismo populista

Si no se puede pasar por la via del Cardenal Kasper, debido a la fuerte oposición que ha encontrado entre los Obispos del orbe católico, se pasa “abaratando nulidades”. ¿Cómo estarán los fundadores de grupos neocones, especialmente aquellos que se dedican a “la familia cristiana”, que intentaban transmitir tranquilidad frente al Sínodo porque los Obispos en general –decían– todavía son ortodoxos? Se les olvidó que el Obispo de Roma no lo es… y creo que esta no se la esperaban… 

La Iglesia Católica se acerca peligrosamente a ser una triste caricatura del Derecho Canónico (CIC 1983) vigente, que ahora –con apenas poco más de 30 años de antigüedad– es modificado para que las “nulidades” queden en manos de cada Obispo en su Diócesis. ¡Con los Obispos y Curiales que hay! Por favor… Las nuevas disposiciones impuestas desde Roma serán la delicia de los “amiguismos” (ya me imagino a varios divorciados vueltos a casar, amigos de los curas canonistas, obtener rápidamente su nulidad)... y todos los otros “ismos” que atentan contra la seriedad del proceso.

Además, ¿cómo mantener las garantías y el rigor de las sentencias si se suprimen instancias procesales fundamentales y se acortan los plazos? Por ejemplo: la temerosa ocurrencia de suprimir la “segunda instancia”. Esto jamás puede ser garantía de rigor en la sentencia sino más bien todo lo contrario: será un verdadero coladero de nulidades falsas.

Queda bien claro ahora el motivo de la “misericordiación” del Cardenal Burke. Él se había adelantado a esta situación en su artículo publicado en el libro “Permanecer en la verdad de Cristo”. Allí dice que «en las discusiones en torno a la próxima sesión del Sínodo de los Obispos (se refería a la Sesión del pasado año 2014) se plantea a menudo una cuestión relativa a la necesidad de una doble sentencia conforme para que se ejecute una declaración de nulidad matrimonial, es decir, una segunda decisión en base a los méritos del caso. Existe la sensación, entre algunos miembros de la Iglesia, de que ya se ha decidido eliminar la obligación de dicha doble decisión conforme». 

Y así ha sucedido, lamentablemente. El cardenal Burke tenía razón y quizás esto explica que el Papa Francisco se haya enfurecido con la edición de este libro: paradójicamente el argentino fue primeriado por el yankee. 


¿Lo nuevo en realidad es lo viejo?

Digámoslo claramente: el divorcio express ha entrado en la Iglesia. Imposible mantener el rigor de las sentencias si se elimina la segunda instancia. Las nuevas normas promulgadas ignoran gravemente la experiencia y sabiduría de la Iglesia en la administración de la justicia, adquirida durante siglos. 

Como bien dijo el Cardenal Burke, antes de ser defenestrado de su puesto al frente de la Rota Romana, en una entrevista a “Life Site News”: «La Iglesia ha sido admirada en los últimos años como un espejo de la justicia; su manera de administrar justicia era un modelo para otras jurisdicciones. Ya hubo una experiencia en la Iglesia de modificación del proceso de nulidad matrimonial que tuvo lugar en los Estados Unidos de 1971 a 1983. Tuvo efectos desastrosos y la gente empezó a hablar de ´divorcio católico`, y no sin razón. Esto es un escándalo para aquellos que son trabajadores de la justicia o de ministros de justicia en el orden secular, porque cuando ven que la Iglesia no practica la justicia, que no se importa con la verdad, entonces ¿qué pueden significar la ley y la justicia?» (ver aquí: https://notifam.com/2015/entrevista-exclusiva-el-cardenal-burke-considera-que-la-confusion-se-difunde-entre-los-catolicos-de-forma-alarmante/)

Las “nuevas” normas promulgadas son un recalentamiento indigesto de las viejas ideas progresistas postconciliares ya fracasadas de los años setenta del siglo pasado. Son similares a las “American Procedural Norms” que estuvieron en vigor en los EEUU y que referenció Burke en el reportaje citado. 

Al mismo tiempo, hay algo que no deja de ser sintomático para este pontificado… por un lado no se cansa de denunciar la dominación económico/política de los EEUU –temas para los que el Romano Pontifice carece de competencia específica– y por otro lado prácticamente copia normas eclesiásticas de la Iglesia en EEUU que fueron emitidas en uno de sus momentos de mayor decadencia moral y religiosa, acelerando así su proceso de descomposición y degeneración, para aplicarlas ahora como medicina novedosa a la Iglesia Universal, a 32 años de que San Juan Pablo II las aboliera. 

Esa salvaje incoherencia es parte del populismo demagógico de impronta izquierdista-liberal, que caracteriza este pontificado desde sus inicios. Solo importan la “buena prensa” y el aplauso mediático del momento que generan los gestos poco profundos, por decir lo menos, y las frasecitas populistas. No importan para nada la sustancia, veracidad, ortodoxia y coherencia de lo hablado y dispuesto.

Notemos que también el decano del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en España, Carlos M. Morán Bustos, advirtió el año pasado sobre las consecuencias profundas y fatales de ciertas modificaciones «que en mi opinión afectará[n] esencialmente a la verdad del matrimonio y la familia; la mayor parte de estas propuestas no son en absoluto novedosas, al contrario, todas ellas se propusieron –y se rechazaron– durante el proceso de revisión del Codex; he aquí algunas de las que propusieron y vuelven a proponerse: “administralización” de los procesos de nulidad, sustitución de la certeza moral por la llamada “certeza prevalente”, supresión de la doble conforme, limitación del derecho de apelar, incluso sustitución de la colegialidad en primera instancia. Si se tocan algunas de estas instituciones se verá afectado directa y esencialmente el matrimonio, de hecho, existe algún antecedente histórico no muy lejano en el tiempo».

¿A qué caso no muy lejano en el tiempo se está refiriendo? Lo dice explícitamente: «En 1970, ad experimentum para los EEUU, Pablo VI dio las llamadas Normas Americanas, en las que –entre otras cosas– se relajaba el concepto de certeza moral, suprimía la obligación de apelar del defensor del vínculo en determinados supuestos muy claros (es la Norma 23 §2), lo que suponía en la práctica la supresión de la doble conforme en algunos casos, algo que, aunque previsto como excepcional, tuvo una incidencia en la práctica forense canónica increíble: en 1968 hubo en los EEUU 450 declaraciones de nulidad, 5.403 a finales de 1970, y 48.630 en 1981; la situación fue tal, que Juan Pablo II, citando una carta del Cardenal Prefecto del Consejo para los Asuntos Públicos en la Iglesia al Presidente de la Conferencia Episcopal de los EEUU (20-6-1973), dijo que las Normas USA consintieron “una dinámica la cual, si se convierte en praxis habitual, abre el camino para tolerar en la Iglesia el divorcio, oculto bajo otro nombre” (Juan Pablo II, Discurso a la Rota romana de 1980, n. 6). La razón de ello está en lo que hemos indicado al inicio: la relación directa entre instituciones y derechos subjetivos y proceso. Así fue entonces, y no es previsible que sea distinto ahora» (ver aquí: http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2014/11/22/algunas-cuestiones-relacionadas-con-los-procesos-de-nulidad-religion-iglesia-opinion.shtml)

Es precisamente esta dinámica explosiva la que parece ser deseada para la Iglesia Universal por el Pontífice reinante, quizá porque ya desconfía de la victoria de las propuestas kasperosas, favorecidas y propulsadas fuertemente por él en varias oportunidades.

En el papel y delante de la prensa se seguirá hablando de “nulidad matrimonial”, pero en la práctica se ha introducido el “divorcio católico”, parafraseando a San Juan Pablo II. A partir de estas normas, en la gran mayoría de los casos efectivamente va a ser un simple y llano divorcio de un matrimonio sacramental válido, declarado engañosamente inválido por orden de una política eclesial populista. Divorcio “para todos y todas”, como dicen algunos políticos en Argentina… Quedar bien con el populacho… y dale que va. 

Aunque está mandado por Cristo en el Evangelio que “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre” (cf. Mt 19, 3-6; Mc 10, 2-16), estas normativas que tratamos de analizar empujan al divorcio express disfrazado de nulidad. De nuevo se trata de reflotar iniciativas postconciliares cuyo fracaso está más que acreditado. 

¿Seguiremos sin hacer nada los fieles católicos? ¿O se iniciará la contraofensiva? El tiempo dirá. 





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